miércoles, 30 de noviembre de 2016

SER FELIZ NO CUESTA TANTO

Hay silencios que lo dicen todo, y palabras que no dicen nada.

Y miradas que saben a beso, y príncipes que ahora son ranas.

Hay emociones que no caben en verso, y versos vacíos y sin vida.

Y vidas que, aun con ganas, no se atreven a ser vividas.

Hay gritos que parecen cantos, y melodías que sólo tú conoces.

            Y mundos que son tan complejos, que ni se atreven a crearlos las voces.

Y qué si no eres perfecto, y qué si cometes errores. Por algo eres humano.

Al menos, los reconoces.

Pero a veces te amilanas, a veces te cuesta actuar.

            Crees que si hay riesgo de estar triste no interesa ni intentar.

Y un día, de pronto, piensas: “¿Qué pasaría si lo lograra?”

            Y enseguida lo deshechas, desprestigiando esa corazonada.

Ahórrate la vergüenza, ahórrate el pesimismo.

            No pongas en juego tu felicidad sólo por vivir “tranquilo”.

Lo difícil no es vivir, que eso se hace respirando.

            Lo difícil, es sentir.

Y eso se alcanza actuando.

domingo, 25 de septiembre de 2016

HUMANIDAD

No seamos meras marionetas de nuestros tiempos. 
Que nadie nos imbuya en el subconsciente con lo que tenemos o no tenemos que estar de acuerdo. 
Somos ideales, somos fuerza. 
Somos un destino que alcanzar al caminar. 
Somos la belleza, el arte, la pintura, la pasión. La belleza que hace mella en esta increíble creación que nos acoge. 
Somos la espera. Somos el silencio.
Pero también somos la canción que mueve el mundo. 
Somos increíbles. Perfectos. Únicos.
Indestructibles en el tiempo.

Somos humanos.


Cada uno estamos destinados a ser leyenda.

sábado, 25 de junio de 2016

MI LUGAR PREFERIDO EN EL MUNDO

Sara miraba a la nada con una taza de café humeante en las manos. Aquella tarde de agosto se había encapotado el cielo y hacía poco que había parado de llover. En el balcón de su casa de la playa, en el décimo piso de un bloque apartamentos que podría perfectamente haber sido construido para turismo masivo, ella estaba sentada en una tumbona reclinable, parte del mobiliario que, con bastante buen gusto, había dispuesto su madre hace unos años, cuando compraron el piso.

Había dejado el libro abierto por la página 293. Levantó la vista, y ahí estaba, su lugar preferido en el mundo, en el tiempo y el espacio. El mar sereno, y tal vez un poco picado. La marjal al norte, sobre la que se tendían pequeños rayos de sol que se deslizaban tímidamente a través de unas nubes grises y apelmazadas.

Y puede que hubiera millones de sitios más hermosos que las vistas de la playa en un día nublado desde un balcón en el décimo piso de un bloque de apartamentos, pero ese era su lugar preferido en el mundo.

Desde pequeña se había sentido confortada, protegida allí. Había mirado al horizonte desde allí. Había anhelado sueños, había olvidado amores, había besado sapos, había llorado, reído, cantado… había sido ella. Allí.

Ese lugar, en ese momento, hacía olvidar a Sara todo cuanto había de tormento en su vida. Sólo se dedicaba a sentirse en paz. A sentirse ella misma, con ella misma, por ella misma.

Había dicho a muchos amores que ellos eran su lugar preferido en el mundo, pero al final, todos marchaban. No podía volver a ese lugar. A su lugar “preferido”. Con lo cual, tras meditarlo durante largo tiempo, entendió que nadie podía ser su lugar preferido en el mundo, porque su lugar preferido en el mundo sólo podía ser aquel en que ella se sintiera plena por el simple hecho de ser ella.

Y sería bello para ella, tanto como si era un pasto verde en la bella Asturias o un lavabo a las seis de la tarde, ese en el que la pequeña ventana deja entrar el rayo de sol que tanto le gustaba. Qué más daba, que no fuera algo bello para el resto, nada como Venecia en carnaval, o un atardecer en la Habana.

Y qué pasaba, si su lugar preferido en el mundo no era más que un día nublado en la playa, visto desde el angosto, aunque bien decorado, balcón de un décimo piso en un bloque de apartamentos de turismo masivo.

Y qué más daba.

Si, a fin de cuentas, así era feliz.

Habría que preocuparse un poco más por entender qué es aquello que nos llena el alma, y un poco menos por averiguar cómo quiere el resto del mundo que creamos que somos felices.



viernes, 17 de junio de 2016

MIENTRAS ESPERAMOS ALGO IMPORTANTE

La vida es eso que pasa mientras esperamos algo importante. A lo largo de ella hemos tenido muchas ocasiones de hacer lo que “queríamos”, ¿por qué hemos dejado pasar tantos trenes?

Yo me doy cuenta ahora, me doy cuenta de la suerte que he tenido en esta vida. Suerte que a veces he desaprovechado por no saber realmente quién era yo, o qué era lo que realmente quería.

Decía que quería un amor, pero no me permitía enamorarme. Decía que quería triunfar, pero no me aplicaba. Decía que quería tener buenos amigos, pero a pocos trataba como tales. Decía que quería ser feliz, pero me martirizaba con problemas que ni lo eran.

Ahora entiendo muchas cosas, ahora que lo veo todo desde fuera, desde otra perspectiva.

Me doy cuenta de que he entendido lo que es el amor, y no se trata sólo de sentir desde el principio mariposas en el estómago. Al contrario. El amor se construye. Yo esta frase ya la decía. Mi última relación fracasó por no creérmela. Ahora entiendo que el amor es eso que sientes cuando te vienen a la cabeza los momentos que has pasado al lado de una persona, conociéndola, compartiendo sonrisas, y llantos, y quejas, y besos, y abrazos, y con todo eso, aun así sientes en el corazón algo pesado, y esa chispa que al principio no notabas tanto, cada vez la ves más a menudo, y más clara. Y volverías a elegir a esa persona en todo momento.

El amor es algo consciente, algo escogido, al contrario de lo que muchos digan, porque el amor no es enamoramiento, lo segundo sólo es una fase. Lo primero, es real.

Y es que todos podemos sentir cosquillitas en la barriga cuando creemos que alguien es perfecto, pero no con todos las podemos seguir sintiendo cuando conocemos todas y cada una de las partes de esa persona, tanto sus virtudes como sus defectos.

Nos han estado engañando tanto tiempo, bombardeándonos con películas y libros románticos, que cuando encontramos el amor, lo desechamos por pensar que no es lo que es. Pero llegarás a un momento de tu vida en el que comprendas que, tal vez esa persona que creías que no te había dado la “chispa” suficiente en un momento dado, es la persona que más amor te haya dado, y ahora lo sientes, más fuerte, más vivo, porque no consigues llenar el vacío que te dejó al partir. Y eso merece la pena entenderlo, aunque sea tarde.

Me doy cuenta de que para tener éxito, en cualquier campo, el esfuerzo es necesario. Levantarte pronto, organizar el día, y coger el trabajo que tengas por delante con pasión, mejora tu rendimiento y te hacen sentir mejor contigo misma. Porque luego ves los resultados, y te sientes orgullosa de haber llegado tan lejos.

Me doy cuenta de que los amigos no tienen por qué estar sólo en las buenas, o sólo en las malas. O estar, simplemente, cerca. Los amigos son esas personas con las que, por muchos kilómetros que haya entre nosotros, o por pocos, o por mucho tiempo que haya pasado, o por muy poco, siempre va a ser lo mismo, son esas personas que siempre nos van a tender la mano, porque nos quieren.

¡Nos quieren! ¿Cómo es posible? Pues sí, nos quieren, aunque nosotros no lo notemos, o no lo entendamos, pero si no, no habrían estado tantos años junto a nosotros, de una manera u otra. Ni habrían hecho por nosotros las cosas que han hecho.

Ten amigos con los que salir a tomar una caña, sí, pero con los que puedas contar también para solucionar problemas que te comen la cabeza desesperadamente. Amigos que, a lo mejor dentro de unos años se van a trabajar a Bruselas, o a Madrid, o incluso a Estados Unidos, pero que no por ello dejan de ser tus amigos, ni de mantener el contacto. Esa gente que cuando volvemos a verlos, la sensación de estar con ellos es la misma, o incluso mejor, por haberlos echado tanto de menos.

Amigos que no ves casi nunca, porque viven en otras ciudades, pero a los que puedas llamar para contar tus logros o dificultades, y con los que te haga ilusión hacer planes para verlos, aunque sea, tres días al año. O gente que te de mucha pena perder de vista, aunque sean simplemente esos tres días que se van de viaje.

Eso es un amigo. Es un pilar. Un bastón. El soldado que te ofrece tanto risas como un pañuelo.

En definitiva, me doy cuenta de que para ser feliz se necesita más bien poco. Ser sencillos es una virtud que pocos tienen, pero que cuando la consiguen, ayuda a comprender definitivamente que la felicidad reside en las pequeñas cosas, en el trabajo diario, en el amor diario, en la amistad diaria.

No vayas buscando imposibles, no descartes cosas que te hagan sentir vivo por el simple hecho de que crees que no es lo mejor, que eso no es parte de una vida increíble, que llegará algo mejor, porque no. A lo mejor no llega. A lo mejor, si te paras a pensarlo, 1 día, 2, 3 meses, lo que te haga falta, descubres que lo más importante lo tienes ya a tu lado, y que lo verdaderamente cuenta para poder construir tu felicidad, ya lo tienes a mano. Sólo que no sabes verlo.

Así que vive las cosas conforme pasen. Vive intensamente, vívelo todo. Canta en medio de la calle una canción ridícula con tus amigos, besa con pasión después de una disputa, y luego llega a casa y sé constante en la lucha por tus sueños.

No te conformes con ser quien no vive la vida mientras espera a que pase algo importante.

Lo importante, ya lo tienes.

Y una vez entendido, adelante.

Vívelo.

Porque te mereces ser feliz.



miércoles, 15 de junio de 2016

LA PRINCESA SOLEDAD

Lejos, muy lejos de todo aquello que conocemos y creemos real… más allá de las fronteras de la cordura y la sensatez humana, existen un reino mágico y su particular castillo de cristal.


El castillo es impenetrable, y tan sólo está habitado por la princesa Soledad y su séquito de hadas personal. Ella nunca sale de él. No se atreve a traspasar su umbral. 


Ahora, con sus largos cabellos castaños cayendo, ondeantes, sobre sus hombros, está sentada en un sillón granate y acolchado mirando el atardecer a través de los muros de su alcoba. Recuerda una promesa. Un juramento que le hizo a su madre a escasos momentos de que ella tomara el tren al reino del Creador.

“Soledad, bendita mía, debes entender, que a pesar de lo que el mundo ofrece, tiene mucho que esconder. ¿A caso sabes tú, mi dulce alma, las farsas y falacias con las que corrompe a los hombres? ¿Quién mejor que tu madre puede advertirte de lo que en verdad esconde? Princesita, dejo encargo a las hadas para que te protejan en mi ausencia, mas debes ser valiente y hacerme una promesa: di que no partirás hacia otras tierras, y estarás aquí, lejos del mundo, para que el mal no te someta. Jura que serás feliz entre estos cristales, y haz caso a tus madrinas afables. Ahora debo irme, mi niña, me espera la creación: todo cuanto vemos desde el alba hasta que se pone el sol. Volveremos a vernos, y volveré a estrecharte en mis brazos. Y me despido ya, diciéndote cuanto te amo.”

Soledad le juró que así lo haría, y tan pronto como sus palabras brotaron de esos labios rojos como la sangre, su madre, la reina, murió.

Ya no le quedaba nada. Tan sólo su primo Amador, quien aquella misma tarde sería investido rey de las Tierras de Todo lo Posible. Como único consuelo, se le presentaba la jugosa idea de despertar en él ese sentimiento que ansiaba saborear sobre todas las cosas: el amor. ¿Cómo no haberlo deseado? Era todo a cuanto podía aspirar. Y así, con este intachable anhelo, esperó y esperó largos años a que el rey se fijara en ella.

No es que él no la quisiera, pues la muchacha era afable y cordial y, ante todo, era su amada prima. Sin embargo, por mucho que lo intentara, ella nunca conseguía infundirle la fogosidad de aquello a lo que las gentes denominaban amor.

Lo cierto era que suspiraba por otra muchacha: una de las hadas sirvientas del castillo, preciosa, inteligente y misteriosa. Pero nunca creyó que alguien como ella pudiera fijarse en él, tan vulgar de aspecto, tan poco querido por sí mismo. Por ello, Amador siempre estaba triste… y tan melancólico y ausente como Soledad. Él se apoyaba en ella, y ella en el cariño que él le profesaba, pues pensaba que, tal vez, eso fuese mejor que nada.

A veces, cuando Soledad no lo necesitaba, se reunía con ella, Esperanza, y conversaban honda y profundamente. Un día de tantos, Esperanza le confesó que había estado comprometida con un hombre mortal, pero cuando llegó a oídos de las demás hadas, presas de la envidia, engañaron a aquel muchacho para que la abandonara y, así, su corazón se rompió en mil esquirlas.

Poco a poco, Esperanza fue olvidando al dueño de su corazón y comenzó a dejar entrever síntomas de volver a abrirlo. Claro está, que Amador no se daba cuenta, pues las hadas son muy celosas con sus propios secretos.

Y así, la vida en palacio proseguía con total monotonía.

Amador iba a visitar a su prima a su alcoba, donde ella, con mirada ausente, le abría su corazón y confesaba sus deseos de salir al exterior. Él, disgustado por la promesa que le había hecho a su madre, siempre le aconsejaba que se olvidara de ella y que obrara según su conciencia. Y a punto estuvo de convencerla, hasta que, una trágica tarde para la princesa, Amador se cansó de esperar ver florecer el amor de su hada.

Soledad lo notaba ausente. Impaciente. Enamorado. Causa de ello, los celos y la ira se apoderaron de ella. Tal vez si le hacía caso… si lograba salir del castillo… si conseguía ser ella misma… Su primo olvidaría a aquella ninfa y lograría que el amor entre los dos floreciera fuerte y vivo.

Pero, aunque le mostrara claros síntomas de que deseaba obrar rectamente, Amador ya no fue capaz de prestarle atención. Debía decirle lo que sentía a Esperanza. Si no, su corazón, inflamado, estallaría y jamás podría volver a ser el mismo.  Se encerró en su dormitorio y, con pluma en mano, le dedicó a su amada un texto hermoso y henchido de fogosa verdad:

Bella dama, alma engañada por falsos suspiros. Tú me destruyes al entregar tu cuerpo a una vida de mentirosa pasión.

¿Quién eres tú, si no la más dulce prisión que mis sentidos han tenido? ¿Quién si no, alma perdida, puede dar cobijo a mi espíritu malherido?

A tus ojos, plenos de tristeza y llanto, quisiera pedirles tu amor. Dime tú, amada alegría, si no brillas con la intensidad con la que late mi corazón.

Canta un rechazo, un velado desprecio, o un insulto frustrado, amada dama de inigualable primor, pues sé que en ellos se esconde la verdad que intentas evitar… ese amor prohibido que siempre otorgarme temerás.

Si así son tus hondos sentimientos, diosa de mi vida, universo mío, reúnete conmigo lejos de este palacio, a la orilla del lago, a las doce de la próxima noche en la que la luna llena se yerga, majestuosa, en el oscuro cielo. Juntos huiremos, sin nada que nos detenga, y seremos libres al fin. Jamás darán con nosotros, pues nuestro amor es tan grande que eclipsará su vista y los alejará por siempre de allí.

Y si acaso no te viera, debo comprender que no profesas por mí el mismo amor que yo por ti, por lo que me retiraría y nunca más volverías a tener que estar en mi presencia. Contraería matrimonio con Soledad, como así debió ser hace tiempo, y seguiré mi reinado y el de mi estirpe hasta que las estrellas caigan del cielo.

Pero sabes que así de ningún modo podría llegar a ser feliz.

Tuyo, el Rey Amador de Todo lo Posible.

Amador encerró sus sentimientos en un sobre, y le pidió a Soledad que se los diera a Esperanza cuando fuera a prepararle el baño, gran temeridad por su parte, pues Soledad, presa de la curiosidad, leyó la carta.

La princesa no supo qué hacer. Cuando tenía algún problema, su madre siempre estaba dispuesta a ofrecerle consejo… pero ya no estaba.

Entonces recordó su vida. Lo que había aprendido. Todo lo que su madre le había otorgado con la palabra o el ejemplo, y se dio cuenta de que, por mucho que lo intentara, jamás podría hacer feliz a Amador. Él ansiaba salir… conocer mundo. Y ella nunca conocería más lugar que su cárcel de cristal. ¿Por qué había hecho caso a su madre? Tal vez creía hacer lo correcto cuando le enseñaba aquellas cosas, pero… ¿y si realmente estaba protegiéndola demasiado? ¿Y si había algo más? ¿Tal vez su propia conciencia?

Soledad maldijo en voz baja el instante en el que había jurado permanecer encerrada en el castillo. En aquel momento, sólo pensó en él. En Amador. ¿O fue en sí misma?

Ahora, mirando tristemente el sol ponerse, se dice que ojalá no hubiese pensado en sí misma en aquel instante… pues todo había cambiado a mal.

Soledad jamás le entregó la carta a Esperanza, por lo que Amador no encontró a nadie en el claro. El rey, desesperado,  aguardó toda la noche a su amada Esperanza sin descanso, hasta que, presa de la locura, gritó su nombre al cielo y dio tales traspiés que, finalmente, resbaló con tan mala fortuna de caer en aquellas aguas heladas del lago, en el que ahogó por fin sus penas… y su vida.

Al amanecer, Esperanza, al entrar en el cuarto de Soledad, halló la carta de Amador. Lívida y aterrada, corrió en busca de aquel muchacho de piel pálida y cabellos rojizos al que había logrado, tras tiempo y paciencia, amar. Y no creáis que ese amor no pueda ser verdadero. Vaya si lo amaba. Lo amaba más, incluso, que a su propia vida. Por ello, cuando llegó al lago y vio su cadáver flotando en la superficie, no pudo contenerse y, arrojándose, desesperada, al cuerpo del rey, gritó tan alto que hasta Soledad, en su castillo, logró oír su vocerío:

-¡Avariciosa! ¡Pérfida niña de cabellos de tizón! ¡Por codicia y cobardía has matado a tu verdadero amor! ¿Podrás vivir ahora que no lo tienes cerca? ¿Acaso los hechos no corroen tu conciencia? Descontenta con lo que te daba, has preferido dejarlo marchar a que fuera feliz… eso no es amor, ¡es posesividad! Jamás, Soledad, a ser feliz volverás. Tu nombre acompaña a tu vida… ¡estás sola y siempre lo estarás! Maldita naciste y maldita morirás.

Llorando, desconsolada, y un tanto temblorosa, acarició las mejillas frías del rey Amador y depositó un beso de despedida en sus labios.

-Vida cruel, que te has llevado a mis dos amores. ¡Te insulto y te maldigo, y me honro a mí misma al despojarme de tu abrazo! ¿A caso se puede vivir sin corazón? ¡Yo ya no lo tengo! Lo perdí y, cuando lo recuperé, lo raptaron de nuevo. Y ahora sí que nada ni nadie me lo devolverá.

Depositó el cuerpo de Amador en la hierba y, con extrema delicadeza, dejó caer sus alas y  se desplomó allí, sobre aquella tierra húmeda, esperando a consumirse mientras abrazaba al cadáver del hombre al que más había amado en la vida… y al cual jamás podría decir lo que verdaderamente sentía.

Y entonces el alba se alzó, y los cadáveres se redujeron a un polvo dorado que el viento transportó hacia el sol, convirtiéndolos así en eternos espectadores de la Historia.


Tras recordar estos momentos, Soledad se levanta de su asiento y se dirige al cristal que hace las veces de pared. Fuera, el sol ya se ha ocultado, y con él, el letargo de una princesa envuelta en sedas y algodones.

Por no ser ella… por dejarse llevar por otros, ha perdido lo que más ama. Ahora hará algo de lo que, intuye, no se arrepentirá.

Su respiración es agitada. Sus enormes ojos castaños se cierran, y su mente se prepara para lo que pretende hacer. Entonces, comienza a acercarse al cristal, cada vez más y más rápido, hasta que choca con él y la falsedad vivida da paso a la realidad.

Su conciencia se desata en el momento en el que cae de rodillas sobre las losas del patio. A una persona corriente debería dolerle las heridas, aquellos cortes hondos causados por ese cristal, su cárcel.

Tampoco siente miedo hacia lo que, intuye, se aproxima. La muerte. Su fin. Sabe que ese ideal que persigue es tan grande que todo sacrificio es poco con tal de experimentar, por una vez en su vida, que al fin es ella, y morirá siéndolo.

Es, incluso, feliz. A fin de cuentas, ha recuperado la corona de su vida.

Ahora ya es libre.

martes, 14 de junio de 2016

AUTODESESTIMADOS

Bea se sentó como muchas otras veces en la cafetería de la esquina, esa que estaba a veinte pasos de la facultad, a esperar a que se hiciera la hora para entrar a clase. Cogió un periódico y leyó por encima los titulares, no se veía capaz de entender una palabra de lo que decía el artículo completo.

   -¿Lo de siempre? –Preguntó la camarera.

   -Sólo un té verde, por favor –respondió ella.

Ya hacía un par de semanas que no se pedía lo de siempre. Un café y un croissant. Estaba gorda. Demasiado. Llegaba el verano y la celulitis de las piernas y de los brazos la acomplejarían una vez más. No podía permitirlo, no este año. El té verde eliminaba grasas y daba energía. No hacía falta el croissant, ni siquiera las tostadas que había estado tomando a lo largo de la semana pasada.
Su amiga Helena le acababa de escribir un mensaje: “Hola, ¿ya estás despierta? He visto a Mario pasar por la puerta de mi facultad. Ha preguntado por ti. Dice que no le contestas a los mensajes desde hace 3 días. ¿Te pasa algo, tía?”

Bea no contestó, y de hecho, leyó el mensaje  por error. No quería ser bombardeada con información innecesaria, ahora que se acercaba el fin de curso y tenía que concentrar todos sus esfuerzos en pasar holgadamente los exámenes. Cosa que no ocurriría, porque era imposible que ella entendiera una palabra. Claro, que ella era tonta, no como Helena, no como Mario, no como esos compañeros de clase que estudiaban de media dos horas diarias y luego llegaban al sobresaliente. Ella ni con cinco horas. No se concentraba. No podía. Por tanto, dedujo finalmente que era tonta, o muy inútil.

Vio pasar por delante de la puerta a chicas bastante delgadas, con tops por encima del ombligo y pantalones cortos que dejaban claro el hueco que tenían entre las piernas. También la pose contribuía.
Ella no tenía hueco entre las piernas y una copa C de pecho. Demasiado. La hacía gorda, no parecía elegante, no parecía fina. Mejor poco. Poco de todo. A fin de cuentas, la ropa que hay en las tiendas suele estar enfocada a la media de los cuerpos, ¿qué sentido tendría si no?

Entonces ella estaba gorda. Su endocrino le había comentado que sólo necesitaba perder 5 kilos para estar en su peso  ideal, pero qué sabría él. Él no la veía como se veía en el espejo todas las mañanas. Mejor 10, perder 10 kilos, por eso de tener un margen de error. Por si acaso engordaba otra vez.
Y si estaba gorda, y era tonta, y tenía ese horrible pelo encrespado color mandarina, ¿cómo le podría gustar a Mario? Qué bobada, por favor. Cómo se osó a pensar si quiera que tendría alguna oportunidad con él. Por eso no le contestaba a los mensajes. Sólo quería dejar que las cosas pasaran. Olvidarse de él. A ver si se cansaba de tenerle pena y dejaba de pretender ser su amigo.

Con todo lo que estaba pasando en casa, lo que le faltaba era tener más preocupaciones de las necesarias. Estaba sola con su madre, su tío en el hospital, enfados continuos. La tensión era continua.

Aquel verano, una vez aprobado todo a duras penas, Bea enfermó de anorexia. Tal vez fue su tabla de salvación. Tal vez ni siquiera fuera por el hecho de querer adelgazar, sino por todos los complejos, por toda esa falta de autoestima que pensó que supliría consiguiendo un cuerpo “decente”, o “lo suficientemente delgado” como para gustar físicamente a alguien en los tiempos que corren. Porque el físico era algo fácil de arreglar. Los problemas internos ya no tenían arreglo.

Se rodeó de malas compañías. Gente que la animaba a no comer, o a vomitarlo todo después. Gente que la sacaba de fiesta y le ofrecía sustancias de dudoso contenido. Cada vez iba más de compras y se gastaba los ahorros que tenía en ropa que enseñara más, sólo que cada vez había menos que enseñar.

Helena y Mario intentaban hacerla entrar en razón, pero ya no sabían qué hacer.

   -Ésta no eres tú –le dijo un día Mario, mientras tomaban café.

Bea se encogió de hombros, y respondió:

   -No había sido más yo en toda mi vida.

   -Yo creo que es todo lo contrario –le dijo su amigo-. Intentas agradar a todos pero a la única que tienes que agradar es a ti misma. Tus amigos vamos a estar apoyándote para salir de todo esto. Pero has de entender, que no puedes hacer cambiar las cosas por arte de magia: tienes que poner de tu parte. Quererte como eres es el comienzo de una vida feliz. Y con eso no me refiero al físico, Bea, sino a la parte interna de ti. Tú crees que no vales nada, pero yo te digo que vales, porque me encantas, pero me encantas tú, no esta Bea en la que te has convertido. Esta Bea se preocupa demasiado de lo que piensen los demás, cuando lo único que debería preocuparle es ser simplemente como es, al natural; no hace falta esconderse en un cuerpo delgado y pretender gustarle a todo el mundo, porque a quien no le has gustado siendo realmente como eres, no le vas a gustar ahora en serio, cuando ni siquiera te comportas como tú. Porque cuando te das pena a ti misma, le das pena a los demás, y esos no te quieren, Bea, no te confundas. La gente que te quiere es la que se empeña en sacarte de este bucle, y no porque sientan lástima, sino porque saben cómo eres y no quieren verte sufrir de esta manera. Las personas que te quieren, que te queremos, vamos a estar junto a ti, pase lo que pase, porque te hemos querido siempre y no vamos a dejar de hacerlo ahora; porque no queremos ir de salvadores, ni de abogados de las causas perdidas, precisamente porque te conocemos y sabemos que no eres ninguna causa perdida, que simplemente estás pasando por un bache. Quiérete, Bea. Porque no estás sola, nunca lo has estado y nunca lo vas a estar.

Al día siguiente, Bea desayunó media tostada. Le puso mantequilla light. Era un paso. Abrazó a su madre y le pidió perdón por todas las veces que le había gritado, por todo lo que la había hecho sufrir. Decidió ser fuerte, por ellos, por ella. Por ser feliz.

A día de hoy, Bea sigue teniendo problemas, a veces piensa en recaer, pero no lo hace porque está aprendiendo a ser fuerte, y valiente, y decidida. Estudia mucho y está comprobando que no es ninguna tonta. Si no le viene la talla 38 de pantalón, no le importa tanto probarse la 40. Pero a veces le sigue costando.

El pecho no volvió a ser el que era, porque cuando adelgazas tanto como ella, a veces es lo que pasa. Pero se conforma, y se levanta para mirarse al espejo y sonreírse, y decirse a sí misma lo guapa que es, por dentro y por fuera.

Sus amigos la apoyan, sabe que no tiene por qué pasar sola este mal trago. Ha dejado de necesitar reclamar atención en todo momento, porque ha descubierto que le gusta estar a solas con ella misma a veces, y de hecho, ha conseguido comprender que ninguno de sus amigos se va a ir de un día para otro. Tiene más seguridad en ella misma.

No tiene pareja, pero no le importa. Tampoco necesita gustarle a alguien en concreto para ser feliz.

A veces es difícil, pero Bea está superando día a día todos estos problemas. Bea vuelve a creer en ella, en su mente, en su alma, y el cuerpo, aunque lo cuide, ha pasado a un segundo plano. Porque, como decían los romanos: “mens sana in corpore sano”.

Para M.
Esta entrada está dedicada a todas aquellas personas que luchan cada día contra una autoestima baja, gente que por cualquier motivo, no ha tenido los alicientes suficientes en algún momento de sus vidas y se han hundido tanto que han dejado hasta de creer en ellos mismos. Pero en especial, a aquellas personas que sufren el problema de la anorexia a causa de esto.
Sois luchadores por naturaleza, no os dejéis vencer, ni por la enfermedad ni por el resto de adversidades, porque esta enfermedad sólo es la punta del iceberg de los verdaderos problemas que hay en vuestras vidas.
No os deis por vencidos, porque una mala época no os define como personas. Poco a poco iréis saliendo, y los que estamos a vuestro alrededor os daremos mucho cariño y mucho apoyo.

Porque, como alguien dijo hace tiempo: “dame un punto de apoyo y moveré el mundo”. Moved el mundo. Moved vuestro mundo hacia una dirección acertada. Nosotros estaremos siempre a vuestro lado.

sábado, 11 de junio de 2016

SIEMPRE PRIMERIZOS

Por qué será, que al recordar primeros momentos se nos escapa un suspiro y una sonrisa.

Los primeros amigos que hicimos, que creíamos que nos acompañarían toda la vida, y algunos se quedaron en el camino.  

La primera vez que cruzamos la mirada con alguien y sentimos que jamás olvidaríamos el color de sus ojos.

La primera vez que pensamos que habíamos encontrado nuestra media naranja. Esa sensación, tan preciosa, tan maravillosa, que se extinguió mes a mes hasta que descubrimos que, realmente, nuestra media naranja éramos nosotros mismos.

El primer beso, tan tierno, y con esa la sonrisa de vuelta.

Las primeras y largas charlas por teléfono con esa persona especial, esa que tal vez ni siquiera te dieras cuenta de lo especial que era, y las sonrisas espontáneas, y los abrazos. Tal vez los besos que no os llegasteis a dar, pero que te acompañan día tras día, como una espinita clavada en el estómago, donde por primera vez sentiste mariposas. Y vas buscando a una persona que te vuelva a causar esa sensación, a la desesperada.

El primer corazón roto, cuando descubriste que el mundo parecía acabarse, porque era tu media naranja. Ya sabes, tú persona. ¡El amor de tu vida!

El primer olvido. Y todo el sufrimiento que llevó atado.

La primera recuperación de mal de amores. Pero no la última.

Cuando te diste cuenta de que habías encontrado a tu mejor amiga, o a tu mejor amigo, y llegaste a comprender que se puede querer a una persona casi, o tanto, como a quienes llevan tu propia sangre.
La primera vez que te sentiste que podías con todo, que lo entendías todo. Y resultó que no.

Y vuelta a empezar.

Aunque nos creamos que ya lo conocemos todo, no es más que un espejismo. Pensamos que ya nada es nuevo, pero es mentira. Todas y cada una de las vivencias que vamos a tener van a ser diferentes, y primeras. No cometas el error de comparar con previas circunstancias.

Limítate a vivirlas como si fueran primeras veces, porque si no lo haces, no podrás hacer más que mirar hacia el pasado y lamentarte, sin entender que el futuro es una caja de sorpresas, y tan o incluso más emocionante.

Haz que cada primera vez cuente.

Si no, te arrepentirás toda la vida.

miércoles, 8 de junio de 2016

FUERA DE SERIE

Tú, que tantas veces te has quejado de lo solo que te has sentido.

Tú, que sueñas antes de dormir, y luego duermes con pensamientos funestos o vacíos.

Tú, que pareces ni existir para la persona que te gusta, en tu opinión.

Tú, cuya familia está pasando una mala racha, y tú con ella.

Tú, que no sabes qué camino escoger, o que has cogido uno con tal de complacer.

Tú, que piensas que estás vacío.

Tú, que piensas que no eres bueno. Te sorprenderá saber, que seguramente seas el único amigo verdadero que tus amigos tienen.

Tú, que con tal de no alarmar lloras en silencio. Esbozas una sonrisa. Y te callas.

Tú, que sufres al ver gente hacer o pasarlo mal.

Sí, tú, que tanto hablas esos días en los que la timidez causa ese efecto, o en su defecto, mantienes la boca cerrada y te miran raro, preguntándose por qué no dices lo que piensas. Qué falso. En qué debe estar pensando. Se hace el importante. Y la verdad, es que para lo que se está hablando, mejor callarse.

Has de saber que tú, y sólo tú, tienes el poder de hacer frente a todos estos desafíos.

Has de saber que, quienes te llegan a conocer, no hacen más que desear estar contigo.

Has de comprender que quien bien te quiere sólo tratará de ayudarte, aunque las puñaladas que has estado sufriendo a lo largo de la vida te hayan convertido en alguien susceptible y desconfiado. Y sí, posiblemente algún día esas personas resulten cargantes, o al contrario, pienses que no te dan el apoyo necesario, cuando en realidad creen que si insisten más, sólo estorbarán.

Tú, que tan, tan solo te sientes, deberías empezar a entender que nunca tendrías que sentírtelo mientras haya una única persona pensándote y preocupándose por ti.

Tú, que aunque lo pases mal, tienes tiempo para ayudar a quienes quieres. Y sin pedir nada a cambio.

Tú, que te muestras noble, y sensible, y bondadoso, que tienes el coraje que muchos no han tenido y por lo cual han ido perdiendo esas virtudes, asume que, en el fondo, tienes madera de héroe. ¿Y qué hacen los héroes? Salir adelante. Y poder con todo lo que se encuentren a su paso.
Tal vez no haya mucha gente como tú, y que quizá por eso te sientas a veces tan solo, perdido, pequeño, vacío, sufrido… y hasta malo (y es que, a veces la mayoría no siempre tiene razón, y menos cuando conjura filosofías rocambolescas sobre el bien o el mal; filosofías que, si tanto han de pensarse, tal vez es que sólo pretendan excusar un quehacer de dudosa moral, un poco más simple y más nacida del corazón).

Pero cuando una estrella tan brillante nace, su destino es iluminar todo cuanto toque, y no apagarse (¡imagina lo que perderíamos!).

Tú déjate conocer, no tengas miedo. Porque no eres ni malo, ni insignificante, ni estás vacío. Sólo estás desorientado porque no encuentras a nadie que siga el mismo camino.

Valiente aquel que no se amilana y llama al mundo “cobarde”. Valiente quien, aunque lo tenga todo en contra, se levanta más fuerte que nunca. Valientes las personas como tú, que a pesar de las adversidades, y de tener a la sociedad en contra, siguen teniendo espíritu puro.



Valiente el que se sienta orgulloso de ser un fuera de serie.

Lo estás haciendo bien.

Sigue yendo contra el mundo.

"MALCAMBIAR"

No queríamos cambiar. De hecho, prometimos que nada cambiaría. Fue una promesa con nosotros mismos, algo muy íntimo. Pero no mantuvimos la promesa. Fuera, las cosas te obligan a cambiar, los sueños dejan de ser posibles. 

Y te conviertes en uno más. 

En alguien con las aspiraciones de una patata.

Las cosas no están para andar con tonterías, porque hay que vivir, hay que ganar dinero, hay que mantener el estatus. Hay que dejar de ser, para convertirse en un ente mecánico, que hace las cosas por hacer. 

Y cuando encontramos a alguien con brillo en la mirada, nos sorprende e incluso nos indigna, porque es lo que nosotros quisiéramos ser. Dejar de ser mecánicos y convertirnos en humanos, apasionados, vivos. 

Prometimos que nada cambiaría, pero no es así. 

Todo ha cambiado. 

Hemos cambiado. 

Ojalá descubramos algún día que ese cambio sólo se produjo por falta de coraje y hagamos lo posible por revertir el resultado.

domingo, 5 de junio de 2016

SIN-RAZONES

Al final tendremos corazones a prueba de errores, a prueba de balas. Corazones que han sufrido demasiado y que ya no se toman tan en serio el mal de amores. Corazones demasiado duros, ya que una vez rotos, se arman con materiales menos endebles. Corazones que quisieron y que ahora quieren, simplemente, no sufrir. Acaban anestesiados, pero esto no significa que dejen de latir.

Y es que al final de la corrida, el corazón acaba doliendo por amores que nos nublan la razón, que nos congelan el cuerpo y nos queman el alma. Amores que nos hacen darnos cuenta de que no todo tiene sentido, ni lógica, ni nada. Y por esa misma lógica ilógica, ¿no podríamos también dejar de sufrir?

No sé si es triste o locura, o simplemente algo sensato, dejar de sufrir por algo que no puedes entender. Pero por mucho que lo digamos, por mucho empeño que pongamos, acabaremos cayendo de nuevo. Menos veces, es cierto. No nos dejaremos embaucar tan fácilmente, sabemos lo que duele cuando acaba, si acaba. 



Y es que al final lo que acaba doliendo no son los corazones, sino las sin-razones. Será por eso, que el amor es el misterio más bello que encierra el alma humana. Será que, a fin de cuentas, corazón se escribe con "sin", y no con "co".