No queríamos cambiar. De hecho, prometimos que nada
cambiaría. Fue una promesa con nosotros mismos, algo muy íntimo. Pero no
mantuvimos la promesa. Fuera, las cosas te obligan a cambiar, los sueños dejan
de ser posibles.
Y te conviertes en uno más.
En alguien con las aspiraciones de
una patata.
Las cosas no están para andar con tonterías, porque hay que vivir,
hay que ganar dinero, hay que mantener el estatus. Hay que dejar de ser, para
convertirse en un ente mecánico, que hace las cosas por hacer.
Y cuando
encontramos a alguien con brillo en la mirada, nos sorprende e incluso nos
indigna, porque es lo que nosotros quisiéramos ser. Dejar de ser mecánicos y
convertirnos en humanos, apasionados, vivos.
Prometimos que nada cambiaría,
pero no es así.
Todo ha cambiado.
Hemos cambiado.
Ojalá descubramos algún día
que ese cambio sólo se produjo por falta de coraje y hagamos lo posible por
revertir el resultado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario