La vida es eso que pasa mientras
esperamos algo importante. A lo largo de ella hemos tenido muchas ocasiones de
hacer lo que “queríamos”, ¿por qué hemos dejado pasar tantos trenes?
Yo me doy cuenta ahora, me doy
cuenta de la suerte que he tenido en esta vida. Suerte que a veces he
desaprovechado por no saber realmente quién era yo, o qué era lo que realmente
quería.
Decía que quería un amor, pero no
me permitía enamorarme. Decía que quería triunfar, pero no me aplicaba. Decía
que quería tener buenos amigos, pero a pocos trataba como tales. Decía que
quería ser feliz, pero me martirizaba con problemas que ni lo eran.
Ahora entiendo muchas cosas, ahora
que lo veo todo desde fuera, desde otra perspectiva.
Me doy cuenta de que he entendido
lo que es el amor, y no se trata sólo de sentir desde el principio mariposas en
el estómago. Al contrario. El amor se construye. Yo esta frase ya la decía. Mi
última relación fracasó por no creérmela. Ahora entiendo que el amor es eso que
sientes cuando te vienen a la cabeza los momentos que has pasado al lado de una
persona, conociéndola, compartiendo sonrisas, y llantos, y quejas, y besos, y
abrazos, y con todo eso, aun así sientes en el corazón algo pesado, y esa
chispa que al principio no notabas tanto, cada vez la ves más a menudo, y más clara. Y volverías a elegir a esa persona en
todo momento.
El amor es algo consciente, algo
escogido, al contrario de lo que muchos digan, porque el amor no es
enamoramiento, lo segundo sólo es una fase. Lo primero, es real.
Y es que todos podemos sentir
cosquillitas en la barriga cuando creemos que alguien es perfecto, pero no con
todos las podemos seguir sintiendo cuando conocemos todas y cada una de las
partes de esa persona, tanto sus virtudes como sus defectos.
Nos han estado engañando tanto
tiempo, bombardeándonos con películas y libros románticos, que cuando
encontramos el amor, lo desechamos por pensar que no es lo que es. Pero
llegarás a un momento de tu vida en el que comprendas que, tal vez esa persona
que creías que no te había dado la “chispa” suficiente en un momento dado, es
la persona que más amor te haya dado, y ahora lo sientes, más fuerte, más vivo,
porque no consigues llenar el vacío que te dejó al partir. Y eso merece la pena
entenderlo, aunque sea tarde.
Me doy cuenta de que para tener
éxito, en cualquier campo, el esfuerzo es necesario. Levantarte pronto,
organizar el día, y coger el trabajo que tengas por delante con pasión, mejora tu rendimiento y te hacen sentir mejor contigo misma. Porque luego ves los
resultados, y te sientes orgullosa de haber llegado tan lejos.
Me doy cuenta de que los amigos no
tienen por qué estar sólo en las buenas, o sólo en las malas. O estar,
simplemente, cerca. Los amigos son esas personas con las que, por muchos kilómetros que
haya entre nosotros, o por pocos, o por mucho tiempo que haya pasado, o por muy
poco, siempre va a ser lo mismo, son esas personas que siempre nos van a tender la mano, porque nos
quieren.
¡Nos quieren! ¿Cómo es posible?
Pues sí, nos quieren, aunque nosotros no lo notemos, o no lo entendamos, pero
si no, no habrían estado tantos años junto a nosotros, de una manera u otra. Ni habrían hecho por nosotros las cosas que han hecho.
Ten amigos con los que salir a
tomar una caña, sí, pero con los que puedas contar también para solucionar
problemas que te comen la cabeza desesperadamente. Amigos que, a lo mejor
dentro de unos años se van a trabajar a Bruselas, o a Madrid, o incluso a
Estados Unidos, pero que no por ello dejan de ser tus amigos, ni de mantener el contacto. Esa gente que cuando volvemos a verlos, la sensación de estar con ellos es la misma, o
incluso mejor, por haberlos echado tanto de menos.
Amigos que no ves casi nunca,
porque viven en otras ciudades, pero a los que puedas llamar para contar tus
logros o dificultades, y con los que te haga ilusión hacer planes para verlos,
aunque sea, tres días al año. O gente que te de mucha pena perder de vista, aunque sean simplemente esos tres días que se van de viaje.
Eso es un amigo. Es un pilar. Un
bastón. El soldado que te ofrece tanto risas como un pañuelo.
En definitiva, me doy cuenta de que
para ser feliz se necesita más bien poco. Ser sencillos es una virtud que pocos
tienen, pero que cuando la consiguen, ayuda a comprender definitivamente que la
felicidad reside en las pequeñas cosas, en el trabajo diario, en el amor
diario, en la amistad diaria.
No vayas buscando imposibles, no
descartes cosas que te hagan sentir vivo por el simple hecho de que crees que no es lo mejor, que eso no es parte de una vida increíble, que llegará algo mejor, porque no. A lo mejor no llega. A lo mejor, si te paras a
pensarlo, 1 día, 2, 3 meses, lo que te haga falta, descubres que lo más importante
lo tienes ya a tu lado, y que lo verdaderamente cuenta para poder construir tu felicidad, ya lo tienes a
mano. Sólo que no sabes verlo.
Así que vive las cosas conforme
pasen. Vive intensamente, vívelo todo. Canta en medio de la calle una canción
ridícula con tus amigos, besa con pasión después de una disputa, y luego llega
a casa y sé constante en la lucha por tus sueños.
No te conformes con ser quien no
vive la vida mientras espera a que pase algo importante.
Lo importante, ya lo tienes.
Y una vez entendido, adelante.
Vívelo.
Porque te mereces ser feliz.
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